jueves, 4 de febrero de 2010

De cómo la maravilla torna en triste ilusión óptica

De cómo la maravilla torna en triste ilusión óptica

Raúl Humberto Muñoz Aragón

Un buen día, sin previo aviso, sin saber bien a bien cómo; la Luna deja de seguirnos. No ocurre al mismo tiempo para todos; algunos, los pocos, tienen la fortuna que los acompañe toda la vida, tornándose en hombres y mujeres excepcionales y por ello indispensables; otros, por el contrario, nunca se dan cuenta de que algún día los siguió, lo olvidan rápidamente.

Tiempo ha, la Luna era una consejera que nos acompañaba noche a noche susurrándonos sus historias, inspirándonos ideas que permutarían en motor del conocimiento, un conocimiento que en un inicio fue poblado de múltiples fantasías, ilusiones, quimeras, sueños, leyendas, mitos y temores que nos alientan a saber, a preguntar, a intentar encontrar el misterio que hace, que al pasear por la noche, la Luna nos siga en el camino, haciendo gala de su danza mágica, misma que ha repetido por ya varios millones de años, desde aquel espacio en el tiempo en que desposó a la Tierra haciendo con ella el binomio donde hoy vivimos.

En ocasiones especiales la Luna incluso se nos presenta por el día, compartiendo su danza con el Sol… esto es así, hasta que un día la olvidamos, la dejamos a un lado porque hay que ser personas “serias”; porque nos han enseñado que no es de adultos eso de escuchar sus historias, y más hoy que la omnisciente Internet, en su canto de sirenas, nos engaña ofreciéndonos aparentes respuestas para todo, dejando la idea implícita de que todo esta resuelto, que no hay más que buscar en sus páginas, blogs, podcast, portales y demás hierbas la respuesta que más nos satisfaga, en detrimento de la verdad, pues esta última pareciera haber perdido su valía en el mundo de hoy.

No preguntes, no pienses, no hables, no sueñes… y así hasta el infinito vamos acumulando tanto “no” en la vida que quedamos sin tiempo para verla. Es más importante hacer, aprender a usar un equipo, una herramienta, un programa, tener la habilidad para ensamblar el artículo en turno; estar preparado para ello y sobre todo, estar entrenado para hacerlo repetidas veces, tantas como sea necesario para no pensar, como ese semi-autómata que denunciaba Charles Chaplin en su emblemática “Tiempos Modernos”. El mundo de hoy pareciera que sólo se enfoca en crear hombres máquina, acríticos, preparados para hacer sin cuestionar, cuyo propósito sea sólo el contribuir activamente en un mercado de consumo ávido siempre de compradores, entre más miserables e infelices mejor.

Cuándo nos damos cuenta que la Luna dejó de seguirnos, hacemos a un lado nuestro afán por preguntar, por indagar que ocurre con lo que afuera hay, las maravillas dejan de serlo y se convierte a lo más en meros fenómenos que ya no requieren de explicación, simplemente están, son; es un retorno al mundo geocéntrico de Copérnico, que al recibir el espaldarazo de Aristóteles nos acompañó varios milenios, donde no son necesarias las preguntas.

La premisa hoy es hacer antes de ser. Sólo ello importa, el pensar es peligroso; el saber se ha tornado para algunos un riesgo. Es necesario romper este modelo, cambiar de paradigma, transitar por el mundo de las ideas, esos “seres pensados” que son alimento necesario del espíritu, el verdadero maná del cual han de beber las sociedades y culturas de hoy, de ayer, de siempre.

Defender el statu quo, crear individuos que dejen de ver más allá de sí, que en su obsesión por tener dejen de buscar su esencia es el mayor riesgo para una sociedad, que sin movimiento en sus estructuras sociales estará condenada al fracaso; la educación debe ser el motor de un cambio destinado a romperlo.

Las universidades deben recordarnos que en verdad la Luna si nos acompaña en la noche, dejándonos ver el reflejo del Sol que siempre está presente, aún en la noche más oscura o en el día más nublado; es necesario que nos llenen de dudas, de interrogantes, de misterios antes que de respuestas.

ymahr@yahoo.com