jueves, 8 de mayo de 2014

Ausencias
Raúl Humberto Muñoz Aragón

Sin fuerza ya para sentir dolor, en un estado de letargo profundo, sin sentido. La conciencia se ausenta por momentos, esa humanidad que nos arropa y distingue está cada vez más lejana. El hueco en el estómago ha crecido tanto que por fin el cuerpo mismo empieza a tomar decisiones. La desesperación ya ausente, se torna tangible en una autofagia que es irreversible. La vida busca permanecer a pesar de su propio consumo, a pesar del destino que le aguarda, a pesar de su propia muerte.

Los sueños, los ideales, los anhelos, los deseos, la felicidad, la tristeza, la libertad, la conciencia, el odio, la poesía… ya nada importa. Solo una sensación que inicia nuevamente, lenta pero irreversible, en crecimiento desbordante, abrumante y ya sin fuerzas que detengan su avance. No hay lágrimas, se han ido hace tiempo, fueron alimento vorazmente extinto; con ellas se escapó un poco más de humanidad.

Vivir sin esperanza, morir sin esperanza; hace tiempo que los grandes ideales creados a lo largo del azaroso proceso de humanización han dejado de tener sentido, los valores valen nada, los sentidos se han embotado. Dios salió de su vida, de su muerte, de su todo y de su nada sin apenas percibirlo. No hay ira, ya no queda nada en la consciencia que impulse a sentirla, tampoco amor. El miedo antes omnipresente, hoy es la mayor ausencia, nada hay que temer cuando se es nada.

¿Qué conduce a este escenario? ¿Cómo es que el hambre carcome en un mundo obeso? ¿Qué destino tiene una sociedad que lo permite? ¿Dónde están los valores que axiología, filosofía, teología, pedagogía… estudian afanosamente? ¿Qué merito tiene una “sociedad moderna” en que aún galopan a sus antojos esos tristes cuatro jinetes? ¿Qué valía tiene una Sociedad del Conocimiento que tolera el hambre en otros? ¿Cómo anhelar? ¿Cómo soñar? ¿Cómo vivir? Si ya no hay fuerzas. ¿Cómo luchar?, si ya no se sabe de sí, cuando ese “símismo” se esfumó.

¿A dónde va el espíritu humano en este caso? El hambre en su máxima expresión, cuando el cuerpo busca saciarse de sí mismo, encontrar en músculos, órganos, fluidos, en donde fuere los nutrientes para seguir luchando por vivir. Recordándonos esas fotografías que los grandes diarios, revistas de renombre, medios de comunicación, periodistas, fotógrafos nos muestran de países perdidos en guerras interminables, en remotas regiones del África, el Medio Oriente o Asía, regiones que imaginamos en un desfase histórico con relación a nuestra cotidianidad. Nada más lejano de la realidad.

Solo basta con recorrer el centro de estas ciudades nuestras, voltear a ver a esos seres “invisibles”, aquellos que son anunciados por una peste que nos hace girar en torno a ellos sin verlos, pero sin evitar hacer alguna mueca de desdén, de repulsión, de enfado… borrachos y drogadictos sin remedio, parásitos de la sociedad, seres sin derecho al estatus humano que tanto nos enorgullece, individuos tan lejanos a nuestro prójimo, a nuestros iguales que hace difícil amarlos. Gente, hombres y mujeres, a quienes la vida los ha llevado a una situación que no comprendemos, pero eso sí, que nos atrevemos a censurar, cuestionar, señalar, criticar infamemente. Individuos que viven de los desperdicios que botamos a la menor oportunidad, que va de bote de basura en bote de basura buscando que comer, buscando nuestra dignidad perdida.

Eso olvidados de la sociedad; esa que se ocupa más en la defensa de los toros de lidia que en sí misma, que lucha por el bienestar de los delfines y olvida a los más débiles, nacidos o no; aun ellos tienen la oportunidad de comer algo, por más desagradable o denigrante que nos parezca, pero ¿y aquellos que ni siquiera eso pueden hacer?, que viven en regiones de nuestro “México lindo y querido” dignas de postales, que adornan despachos, hogares, museos, universidades, pero de cuyos habitantes desconocemos todo.

Oaxaca, estado emblemático de esta unión que conforma nuestra República, que como ella ha curtido y curten su historia con sangre y sudor; dueño de regiones que son nuestro orgullo ante el mundo, disfrute de turistas… que padece luchas intestinas entre quienes tienen la encomienda de administrar riqueza y justicia siempre en busca de mejores niveles de vida y aquellos cuyo deber es educar a los nuevos individuos que han de continuar con el legado que les dejó su historia. Ahí donde la hambruna es tan grave que las próximas imágenes tendrán un nuevo telón de fondo, San Mateo Yucutindoo, Santiago Amoltepec, Santo Domingo Teojomulco, Santa Cruz Zenzontepec y Santa María Zaniza; los protagonistas, los niños de siempre, padeciendo un hambre que duele, que lastima, que indigna. Esto no solo pasa Oaxaca, ocurre en el Estado de México, Veracruz, Puebla, Jalisco, Guanajuato… Qué triste destino de México, tan lejos de Dios y tan lleno de mexicanos.
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