martes, 26 de febrero de 2008

La magia de un pulgar
Raúl Humberto Muñoz Aragón


Sociedad, Cultura, Arte; trípode sobre el cual asienta sus reales la Humanidad; en él, se encuentran afanes, pensamientos, formas de ser, de hacer, de creer, de pensar, de actuar. Tres términos que han evolucionado en su conceptualización, con un significado y un significante que se ajustan siempre al marco conceptual vigente, determinados por éste, y al cual modifican a su vez.

Los afanes del hombre han sido y son múltiples. Inmerso en un proceso evolutivo continuo, ha generado como soporte de su andar elementos que le permiten un tránsito eficiente, desarrollando habilidades con las que ha podido crear estructuras en las cuales se fundamenta.

Caminar erectos; el uso de un lenguaje; la capacidad de asociarse para trabajar en grupos coordinados con tareas especiales para cada uno de sus integrantes; fueron la cimiente de las sociedades y culturas de hoy; las cuales han estado entrelazadas, alimentándose una de la otra.

Hablar de cultura siempre traerá a la mente conceptos diversos, producto de los diferentes significantes a ella enlazados, al decir cultura algunos entenderemos que se habla de los conocimientos adquiridos a lo largo de una vida académica; otros la veremos como las diversas manifestaciones artísticas del hombre, aquellas que en su excelsitud nutren el espíritu humano; también podemos pensar en el caló de un grupo social determinado, de las "tribus urbanas" que hoy luchan por generar su idiosincrasia en un mundo sin ideologías; y algunas otras acepciones que igualmente son válidas y forman parte del entendimiento colectivo. Lo cierto es que Cultura está siempre relacionada con el hombre, es su producto, su creación única y verdadera tras la cual está su identidad.

La cultura surge por la capacidad del ser humano de representarse mentalmente lo existente, expresándolo por medio de símbolos significantes, logrando con esto, transformar la naturaleza con sus manos; nace de la capacidad mental de los primeros hombres, de pensar en las experiencias pasadas y proyectarlas en el futuro con una intención práctica que tenga como objetivo aplicar el aprendizaje adquirido para llevar mejoras a su entorno.

Así surge y se desarrolla la cultura, creando un presente a partir de recuerdos y experiencias del pasado para contar con mejores habilidades y herramientas en el futuro, transmitiendo lo aprendido a sus descendientes para que éstos lo desarrollen aun más.

Con base en los nuevos descubrimientos, podemos encontrar las primeras manifestaciones "artísticas" de los homínidos remontándonos 400,000 años en el tiempo (con la Venus de Tan-Tan o la Venus de Benejat Ram que es unos 100,000 años más joven), cuando aún el Homo Sapiens Sapiens no hacía su aparición en la tierra, en el reino del Homo Heidelbergensis; en protosociedades en las cuales se inicia el boceto de lo que sería el hombre moderno. Estos descubrimientos son sin lugar a dudas motivos de grandes polémicas, reflejo de la complejidad que implica buscar fechas; los momentos de la historia del ser humano, aquellos que lo hacen surgir con sus particularidades se encuentran perdidos ya en el tiempo; aunque los mitos, sueños, temores de ayer sigan hoy alimentando los instintos primarios del hombre moderno en un eterno retorno que es el guión que une prehistoria e historia de la humanidad.

El arte es el canto del hombre a sí mismo; en él se encuentra, se inventa, siempre nuevo, siempre igual, sin paradoja. En el arte el alma canta y grita, narra sus sueños y nos inunda de sí, de nosotros mismos.

Se mueve a través de tiempo y espacio alrededor del espíritu humano. En su esencia se encuentra el espíritu de hombres y mujeres de todo tiempo, de aquellos que la han creado, de quienes la han vivido, que se han emocionado al sentirla. El arte es emoción y sentimiento, gozo de los sentidos, placer estético que nos envuelve en el nicho cálido de todos los que hemos sido, en el regazo de la historia del ser humano, nos conduce a nuestros sentimientos primigenios, cuando en un instante perdido ya, un hombre le hablaba a Dios a través de sus primeros trazos, de ese primer canto del espíritu humano.

Las Bellas Artes están inmersas en la piel de cada uno de nosotros, aún sin tener plena conciencia de ello. La sonrisa enigmática; de una dama que quizá nunca existió; tras siglos de estadía en una pequeña tela, sigue llegando a su destino, a un hueco del alma de quien la ve. Hoy el "tam tam" de los primeros tambores nos llega al corazón siempre con la misma firmeza, mágica sincronía entre sus acordes y el vibrar de las cuerdas subatómicas que construyen este universo nuestro.

Cantan los sentidos a plenitud, en sinfonía fantástica que inició en la meta del Adán perdido de las artes, hará 35,000 o 400,000 años, no importa; lo cierto es que ahí el alma cantó por vez primera.

Caminar entre las Bellas Artes, sea la que fuere es el encuentro con nosotros mismos. Filósofos, pensadores, estudiosos, eruditos diversos se enfrascan en disertaciones estériles, haciendo clasificaciones, poniendo etiquetas, incluyendo o excluyendo artes, olvidando en ocasiones que Bellas Artes son aquellas que el espíritu reconoce inmediatamente, que le conmueve que le nutre el espíritu.

Y todo esto por un pulgar...

viernes, 8 de febrero de 2008

Sueño

Sueño
Raúl Humberto Muñoz Aragón


Se sueña. Siempre se ha soñado; de ello estoy cierto –quizá, hacerlo sea el primer distintivo del ser humano, al menos me gusta creer eso-, y por un tiempo pensé que eran siempre los mismo sueños, envueltos en un ciclo constante y continuo en el que se entrelazaba nuestra historia general.

Un tránsito por las mismas quimeras e ilusiones que ya algún proto-hominido hubiera inventado. Hoy ya no sé si esto es verdad o era una falacia creada por las utopías que aún pueblan mi vida. Es un poco triste el sentir esto, el ver que las creencias se desvanecen.

Hoy la humanidad corre, y lo hace a una velocidad sorprendente, arrazando con todo, incluso consigo misma. Corre sin consciencia, carente de un sentido, sin ideales, donde las utopías sólo son una palabra exótica... al menos esto parece cuando uno voltea y ve su derredor. Se da un sentimiento de horfandad, donde una melancolía inmenza abruma porque busca sentimientos que han dejado de tener razón de ser en un mundo que parece dispuesto a dejar tras de sí todo rastro de humanidad.

Corremos inmersos en un “sinsentido”, donde incluso pareciera que la vida ha dejado de ser importante; al menos, la vida que merece la pena ser vivida. Hoy se esta más comodo tras un teclado donde nos escondemos, donde nos arropamos en las mentiras que tecleamos una y otra vez, hasta que se tornan en una triste mueca de verdad.

Lo importante hoy es tener, a pesar de todos, de sí mismo incluso; y lo patetico de esto es que no nos damos cuenta, y si llegaramos a hacerlo (a veces es demasiado tarde; porque “loquedebeser” que nos imponemos e imponemos a los demás es tan omnipresente que ya no da cabida a este intento por ser) no sabemos encontrar el camino para hechar marcha atrás, o lo más triste, que la flojera nos gana, el estadio de conformidad que vivimos nos es tan cómodo que no pensamos que no vale la pena cambiar o esforzarse.

El mínimo esfuerzo; el nulo compromiso; el “mall” de moda; la Internet (que pareciera la única forma de dejar constancia de sí); el engaño de pensar sólo en sí, y digo “engaño de pensar en sí”, porque en realidad “pensamos” lo que unos pocos quieren que pensemos, esos que determinan los parámetros de moda, que dictan el que pensar y que sentir, envolviéndonos en un marasmo, en un torbellino de mensajes, en un flujo ensordecedor de “debestener” que nos va quitando ese sentimiento primario de ser humano.

Lamentablemente en la actualidad se nos enseña a hacer sin pensar, a actuar como robots programados en trabajar sin sentir; y nos olvidamos de nosotros, de que somos algo más que una máquina compuesta por átomos agrupados en moleculas, mucho más que células programadas por un DNA inalterable. Más que engranajes “quetienenquehacersinpensar”.

La vida es un encuentro permanente con nosotros mismos, y sólo al final del camino somos nosotros mismos, integramente, producto de cada momento, de cada idea, sentimiento, pensamiento, donde divertimento y sufrimiento validan el colofón, y ellos escriben el epitafio.

No pensar, no cuestionar, no analizar... el dejar esto de lado nos mina, trunca el espíritu, borra el sentido del ser. Es una lástima que hoy se nos hayan perdido las utopías, las ideologías, el afán contestatario con propuestas; que lástima que la muerte deje de ser motivo de pena y se haya convertido en espectáculo.

Esta Sociedad del Conocimiento esta generando hombres y mujeres harto ignorantes, y lo peor, sin interés a dejar de ser ignorantes. Las universidades se han convertido en moda, y aquellas que menos se comprometen con un desarrollo real de sus estudiantes son las que más éxito tienen entre los jóvenes. Las universidades modernas han dejado de pensar y de sembrar esta inquietud en sus estudiantes. Para algunas de ellas es más importante la fiesta del viernes... y del jueves, del miércoles, del martes, del lunes; lo primero es hacer negocio, encontrar la forma de tomar la mayor cantidad de dinero de sus alumnos, y estos últimos, con una ceguera enorme, se dejan llevar por ellas, empeñando su futuro. Un futuro en el que, si bien les va, serán obreros, “hacedores” con título.

Sueño, siempre he soñado y quizá este sea una alternativa que nos permitan pensar en el sentido de nuestra estadía por este camino que se llama vida. La oportunidad mágica de compartir este andar con los tantos otros que en realidad somos; porque a fin de cuentas, quizá y sólo quizá seamos todos uno mismo, un experimento que se llama vida, y que en verdad vale la pena.
ymahr@yahoo.com

Claridad


Plegaria