Del eterno retorno
Raúl Humberto Muñoz Aragón
A finales del semestre agosto - diciembre del 2015, al momento de concluir una sesión de la materia "Procesos de comunicación humana" que impartía en ese tiempo a estudiantes del primer semestre de la Licenciatura en Comunicación y Periodismo, se acercó uno de mis alumnos y me comparte el saludo que su padre me envía, comentándome a su vez el dicho de su papá en relación a su tiempo de estudiante, en el cual yo mismo le impartí alguna materia y le enseñé a dar mantenimiento preventivo y correctivo a las computadoras de aquellos ayeres… esta anécdota ha sido motivo y origen de algunos chascarrillos, en los que el protagonista es el paso del tiempo, detonando con ello más de una charla entre compañeros docentes.
Platico lo anterior para hacer un muy ligero esbozo de lo que es la vida académica, de la riqueza que se encuentra en los claustros universitarios, en los que día a día se desarrolla una dinámica que enriquece tanto a alumnos como a profesores; y si somos francos, mucho más a estos últimos. Esto es algo que tenemos muy claros quienes tenemos la fortuna de dedicarnos a este oficio de compartir aprendizajes y conocimientos.
En lo que a mí respecta, una de las pasiones de mi vida es el conocimiento mismo… pasión o maldición, aun no lo tengo muy claro, más lo cierto es que es uno de los afanes de mi vida, quizá ésta sea la causa de mi amor por los libros y demás fuentes de conocimiento, que a fin de cuentas éste último viene en muchas presentaciones: lo encontrarás en el amanecer, en la mirada de sorpresa de un niño, en las palabras pausadas de un viejo, en un sueño que de forma recurrente te visita noche a noche, en una revista, en una película, en una manzana que te pega en la cabeza… y así, en incontables cosas; el único requisito es que tengas un observador ávido, que cualquier espacio, momento, situación, ocurrencia, será una oportunidad para saber.
Más he de aclarar que aunque el conocimiento se encuentra en todo nuestro derredor -tan cierto lo dicho como el hecho de que es el ente omnipresente por definición- uno de los lugares en donde se encuentran voluntades con el propósito y compromiso por hacerse de él es en las universidades, espacio en que el encuentro permanente de visiones del mundo se fusionan e interactúan convirtiéndose en flujo continuo de datos e información que cobra sentido y nos permiten referenciar la realidad que hay en nuestro derredor, haciendo posible que el libre flujo del conocimiento se torne en bandera que posibilita abordar problemas, fenómenos o situaciones diversas de las más variadas formas, aprendiendo con ello a hacer y desarrollar nuevas formas para realizar aquello a lo que en un futuro se han de desempeñar los profesionales, hombres y mujeres que hacen de las inteligencias formas creativas para ver y hacer el futuro.
En las universidades, se encuentra en ebullición permanente el afán por aprender, por comprender y por transformar nuestra realidad, siempre en búsqueda de nuevos y mejores estadios. En ellas, los ciclos son constantes y altamente emotivos. Nada se compara con el hecho de recibir a jóvenes ávidos de aprender, plenos en inquietudes, en desafíos y rebeldías que hacen de la cátedra diaria una odisea apasionante, en la que el colectivo de estudiantes y profesores se nutren de forma continua. Es en estos ciclos en los cuales, una vez concluida la currícula propia de cada carrera, en que se presenta uno de los momentos más agridulces de la vida académica… aquel en que nuestros jóvenes se alejan del "nido" y emprenden un camino que ha de llevarlos a la conquista de los sueños y anhelos incontablemente comentados en los campus universitarios.
Ver a nuestros estudiantes listos para hablar de tú a tú con aquellos que serán sus pares, que tan sólo unos pocos años antes eran sus profesores, es sin duda el mayor reconocimiento a que un catedrático puede aspirar, en él se conjugan los colegas que iniciaron el andar de cada uno de nosotros en algún momento, ayudando a un pequeño a tomar correctamente un lápiz, guiando su mano para manejar adecuadamente unas tijeras, aquellos que escucharon una y otra vez las mismas dudas, siempre en rostros y voces distintos.
Ahora, a principios de junio, me encuentro en esta etapa, once de mis estudiantes se están preparando para presentar sus tesis profesionales ante la Academia de la Universidad Autónoma de La Laguna, tesis que son el resultado de un trabajo que hemos hecho juntos en los últimos tres semestres y que está por dar su fruto. Tengo muy claro que lo harán bien, eso me hace sentirme orgulloso, emocionado y un poco nostálgico por la pronta partida; por otro lado, hay seis jóvenes más con los que estoy iniciando este mismo proceso, a los cuales se sumarán otros más el próximo ciclo escolar y eso es otro reto que de ya, me tiene emocionado… y así, generación tras generación de jóvenes que van llenando de canas mi sien, en ellas hay siempre algo aprendido.
Vaya pues un gracias, gracias siempre a mis alumnos por la oportunidad de aprender.
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