martes, 4 de agosto de 2009

Del arte de joder con la pelota
Raúl Humberto Muñoz Aragón


Tiempo de sueños. Múltiples quimeras son lanzadas al mundo. No hay utopías, pues todo es posible.

La infancia es el continuo encuentro. Así, con una pelota, jodiendo la vida a los mayores, se descubre el mundo, un mundo infinito, el cual suele relegarles su protagonismo, dejándoles su actuar para el futuro, cuando ya es demasiado tarde.

Entre Picachu, Play Station, Zelda, Tomb Raiders y demás, va transitando la niñez actual, a la espera de su final en la adolescencia, donde los furores propios de ésta, le hacen perder las maravillas de los primeros años.

En este mundo globalizado, donde la omnipresencia del internet crea "locos bajitos" con afanes de mundos cibernéticos, los sueños de los infantes de ayer, se han vuelto obsoletos. Surgen "niños genios" a diestra y siniestra, orates plenos que creen que la vida hay que devorarla y deciden imitar posturas de adultos.

Los "niños genios", éstos que maravillan hoy en día, no son los Chopin de ayer, que en las creaciones y la magia de su alta sensibilidad nos trajeron mundos nuevos; no, hoy no caben estos genios de antaño, ahora son adultos traumados en cuerpos infantes, estos pequeños genios son los depositarios de los sueños guajiros de adultos del nuevo milenio, de la aldea global, la nueva Babel. Creen que la genialidad es sinónimo de acumulación absurda de datos, mismos que el niño no podrá jamás procesar, por ello nunca será información útil, y cual perico postmoderno repetirá citas, fechas, datos que son de alta inutilidad, en tanto que no pueden ser ubicados en contextos que los validen, que les proporcionen utilidad.

Los "niños genios" de hoy se hablan de tú con las computadoras, son capaces de entender UNIX, ORACLE, TCP/IP y múltiples hierbas cibernéticas; hackers por divertimento, pero han olvidado lo maravilloso que es cazar lagartijas, o traer en los bolsillos del pantalón alguna rana, canicas o un trompo... perdón, hablo de esta infancia mía, y olvido que hoy los trompos son de plástico y bailan solos.

No sé si los bytes puedan suplir la tierra en rodillas y codos; quizá los megas de MP3, JPG, AVI, DOC, sean mejor que una buena resortera, no estoy cierto; trabajo con computadoras hace ya tres lustros y la verdad no suplen en nada los sueños que en mi infancia produjeron unos guantes y un bat de béisbol.

Creo, y esta es mi opinión personal, que la genialidad no está en IQ altos, en datos amontonados en el cerebro, en lenguajes de cómputo. No, la genialidad radica en ver lo que nadie antes vio; en traer a este mundo, tan aburridamente cuerdo, la locura que se esconde en cada rincón. Descubrir que un trozo de madera puede convertirse en la Piedra Filosofal que transmutara madera en vehículo espacial.

Soñar, es necesario soñar en la niñez para recordarle a los mayores que en una caja con tres orificios, puede vivir confortablemente un cordero que se alimente de boababs, salvando así, mundos pequeños, que en la grandeza de su tamaño nos permiten ver tantas puestas de sol como nuestros deseos dicten.

La genialidad nos permite maravillarnos a cada instante, así que es preferible mil veces un buen niño que ande jodiendo el mundo de los adultos con una pelota, a aquellos falsos eruditos que no saben soñar y cubren esta limitante acumulando datos. No creo en genios que no sean capaces de sacar la lengua ante la cámara fotográfica, con el cabello tan disperso que resulte inútil peinarlo, pues impediría el libre tránsito de las ideas. Me aburren los niños genios que escriben libros fríos, plagados de datos que derrochan "erudición" y adolecen de calidez.

Hay que soñar, y de vez en cuando, joder a los adultos con alguna buena pelota y con muchos sueños.

ymahr@yahoo.com

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