De cómo desmentir a dios y no morir en la herejía
Raúl Humberto Muñoz Aragón
…y el hombre dijo, −sea Dios−, y Dios fue a su imagen y semejanza; y al ver que era bueno para dejar en él la carga de sus temores, angustias, esperanzas e ilusiones; olvidó lo dicho y dejó en su creación los motivos para ser.
Desde entonces el hombre se ha encargado afanosamente de la creación de incontables dioses, tantos como han sido necesarios para tratar de menguar en algo la angustia de saberse finito… siempre en la búsqueda de los por qué que la realidad le presenta día a día, encontrar un espacio para un más allá que le justifique este su “más acá” que es lo único que tiene. En ocasiones le basta con un solo dios, otras por el contrario requiere de tantos como sea posible, pues los cuestionamientos no disminuyen, siempre son más, por cada respuesta siempre surgen más preguntas en una espiral constante y continua.
El hombre busca siempre, ese ha sido su mayor afán, uno que viene desde tiempos perdidos ya en la memoria; aún antes de ese “mundo de las ideas” que por obra y gracia de Agustín se transformó en un nuevo Dios, sucesor de aquel que habló con Abraham y que durante casi mil años fue el faro que guió al mundo en un tiempo que aún este último era el centro del Universo.
En toda esta historia; ese periodo de tiempo por nosotros llamado así y su antecedente (la mítica prehistoria que nos llena de imágenes el inconsciente colectivo) el cambio ha sido constante; las visiones son permutadas una y otra vez.
Ha poblado su mundo siempre de aquello que ha anhelado, de seres fantásticos que lo acompañan en este andar, que le significan y le definen como hombre de su tiempo, sea cual fuere este tiempo; aunque habría que ubicar también espacio, pues esa es la magia y dinámica del hombre; que es tantos hombres como culturas hay, como pensamientos, sueños y anhelos.
El encuentro con estas visiones del mundo en ocasiones han sido harto dolorosas, llenando nuestra historia de episodios que aún duelen; caminos iniciados que han quedado truncos al enfrentarse con las opiniones de los otros. Así, valga un solo ejemplo, en la Francia de 1244, en Montsegur, por decreto se extermina a los Merovingios, dejándonos hoy sólo una vaga imagen de su paso por este mundo, un triste bosquejo de su cosmogonía que no alcanzamos a vislumbrar.
Así los posibles son tan diversos que hoy sólo podemos especular con tantos hubiera que se tornan en pensamientos en apariencia inútiles. Las posibilidades de la imaginación y el pensamiento del hombre le han hecho posible el ver lo imposible y al hacerlo lo convierte en realidad, tan tangible como la nada, una nada que nos es tan necesaria para entender y visualizar nuestro todo.
El primer dios que el hombre creó es muy diferente al que hoy hemos ido dibujando; en algún momento sin duda necesitamos de un guía que nos señalara aquello que era bueno o malo; hoy la frontera entre ambos es tan intangible que el dios de la postmodernidad se desdibuja inevitablemente… encerrado en el mundo virtual de hoy en día.
“…Dios dice que la gloria esta en el cielo, que es de los mortales el consuelo a vivir, desmiento a Dios porque al tenerte yo en vida no necesito ir al cielo tisu…” así en el amor, que al lado de dios es una de nuestras mejores creaciones, podemos gritar a los cuatro vientos que a veces podemos desmentir a este dios de hoy sin que suene a herejía.
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