martes, 24 de junio de 2014

La ilusión viaja en carpas
Raúl Humberto Muñoz Aragón

La bipolaridad está de moda, como si el ser humano pudiera limitarse a dos facetas; como si la complejidad y la magia de hombres y mujeres se limitara a un par de condiciones, resultado de los afanes de simplificar el espíritu humano, como si esto fuera posible… ¿o sí?

…sí, la magia del ser humano tiene un espacio; un sitio en que se conjugan sueños, ilusiones, anhelos, angustias, sorpresas, emociones; creado a lo largo de su historia, casi tan antiguo como la escritura, tan remoto como el inicio “oficial” de la Historia de la Humanidad, tan generalizado que se encuentra en todas las culturas. Y al igual que los hombres, con tantas caras, múltiples aristas, incontables sueños y mucha polémica; el circo, ese espacio que bajo una carpa, con pistas y galerías conjuga el espíritu humano, presentándolo en todo su esplendor.

Artistas de todos los tiempos, de toda disciplina imaginada e imaginable, han presentado pericias, malabares y artes, ilusiones que han alimentado la imaginación de los niños de siempre.

En ellos aún se conserva ese afán del hombre de caminar por el mundo, como una sola patria, ahí artistas de todas partes presentan su hacer, sus ilusiones, convertidos en una gran familia, construyendo el sueño de todo niño, vivir en un circo… o al menos eso fue hasta antes de que la Internet nos robara el tiempo y la sorpresa.

En un círculo se lleva a cabo el espectáculo de la vida, ahí, hombres y animales van por las plazas y calles del mundo, representando una importante “parte de la cultura humana, una noble empresa construida a lo largo de muchos siglos, prácticamente desde que el hombre empezó su cultura”. (Eduardo Murillo).

La otra cara… los derechos humanos y de los animales se han tornado en uno de los principales detractores de los circos, los primeros abogando por la no discriminación a la que fueron sujetos hombres y mujeres con deformaciones que los hicieron protagonistas de ferias y circos, de los llamados freak show, fenómenos alimentados por el miedo y el morbo. Por otro las agresiones, torturas y vida antinatura a que son sujetos los animales que noche a noche dejan jirones de vida en un espectáculo terrible según, sus defensores.

Hoy los grandes circos son cada vez más escasos, hábitat de trashumantes que insisten en conquistar los espacios en la mente y corazón de una sociedad en que poco a poco los convierte en parias, en seres con un destino turbio, inestable, vagabundos y trotamundos que no deciden subirse al tren de la postmodernidad del presente siglo. Acudir a un circo es cada vez más extraño, los grandes públicos que antaño los llenaron se han ido ya hace mucho tiempo, ese gran auditorio ahora transita embobado por los grandes centros comerciales, anhelando aquello que no necesitan y a veces no pueden tener, pero que igual los atrae, llenando de desdicha su espíritu por su carencia; caminando como zombis de la “postmodernidad” buscando en aparadores retazos de su carcomido espíritu, un gran público que no tiene tiempo para sí, para reír.

Desde que la vida se ha tornado políticamente correcta, circos y otros espectáculos han pasado a formar parte de aquello que incomoda, que ha de ser relegado, oculto, censurado. En este momento histórico en que la humanidad ha alcanzado cotas nunca antes logradas, en que la “libertad” es escudo y bandera de la sociedad, esta se encuentra profundamente acotada, coartada y atemorizada; el circo, los toros, fumar, los juguetes bélicos y un interminable etcétera forman parte de lo citado.

Pero aun así, visitar un circo es un viaje a través de la vida, una metáfora que se torna realidad explícita al transitar de acto en acto, de malabaristas a equilibristas, de payasos, trapecistas, domadores, bailarinas, magos, animales, música, todo ello al compás de un maestro de ceremonia que se torna en el gran hilador que construye y borda la tela al unísono con las sorpresas de un público ávido de ver a sus héroes y villanos realizar las proezas más disímbolas y espectaculares, donde gigantescos elefantes, elegantes jirafas, lentos y majestuosos hipopótamos, sorprendentes cebras, agiles caballos, exóticos dromedarios y camellos, junto a perros y simios, alegría y tristeza, vestidos todos con espectacularidad, con algunos remiendos también y muchos retazos de ilusiones.

Los circos están en peligros de extinción en un mundo sin espacio para la sorpresa, con una capacidad nula de asombro y se tornan en un espacio de abuso y maltrato de animales… tanto abogamos por nuestros derechos que sería preciso y urgente abogar por el derecho a sonreír, a vivir la ilusión que en un par de horas nos presentan esas naves de tiempo y espacio que son los circos. Si, el espíritu humano es tan complejo que cabe perfectamente bajo una carpa y se desarrolla entre gradas y pistas.

ymahr@yahoo.com

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