ENCUENTROS / Raúl Humberto Muñoz Aragón
Es menester, para una vida digna, luchar día a día por no perder la infancia en nosotros; a pesar del paso de los años que sólo acumula edad y al no entenderla, nos tornamos más amargos. Es menester ver el mundo con los ojos de niño, que a fin de cuentas ése es el mundo más cierto, hoja en blanco que sin prejuicios lo disfruta a plenitud. En esos ayeres de nuestra infancia, están las certezas; todo es posible siempre, sólo es cuestión de decirlo, desearlo o pensarlo.
Tiempo ha, en mis primeros once y doce años, en los últimos años de mis estudios en la primaria, en la Escuela España, una joven maestra, Rosa Elena, a mí y a otros cuarenta niños, se afanaba por hacernos de conocimiento, nos descubría aquellos elementos que serían el pilar de nuestra formación académica. En sus clases, ya hacia el término de ellas, algunos días (afortunados días pienso), ella se encargaba de descubrirnos el mundo de la mejor manera posible, con la imaginación, desarrollando en nosotros la avidez por saber más. Los últimos minutos de la clase, nos contaba historias, relatos sorprendentes, mágicos, en los cuales aprendíamos del mundo; otros días, nos pedía a nosotros escribir las historias o dibujar aquello que nos interesaba. Eran tardes plenas, llenas de todo lo que la vida requiere.
Esas tardes dejaron para mí el amor por las historias y su destinatario por excelencia, los libros, vehículos que nos llevan por el espacio y el tiempo, a través de culturas y sueños de otros, espacio en que las ideas vuelan y se entretejen en la historia de este mundo nuestro, todo esto gracias a ese entrañable y querido salón de clases que nos acogía tarde a tarde a un grupo tan disímbolo de niños y niñas; ahí estábamos todos, desde "el chiquilín" que obviamente medía casi dos metros (más o menos así me parecía a mí en aquel tiempo) o la chica que con el tiempo se transformó en el cisne de los cuentos, o la niña hermosa que era el sueño primero (y para complicar las cosas, hija del profesor de tercero, gigante en espíritu, Tomás de nombre). Y mi maestra, que alguna vez se refirió de quien escribe como un niño muy inteligente pero muy distraído también. Me hizo el día.
Ahí, en la Escuela Oficial España T.V., se creó mi deseo por no perder el niño que alguna vez fui y he sido; en ella se plantó la semilla que germinaría un par de años después, con el primer libro que yo compré con dinero mío: "Fausto" de Goethe, libro en que cualquier calificativo, explicación o descripción se queda corta; a él le siguió "La Divina Comedia" de Dante, del que habría que decir lo ya dicho de la obra anterior, ambas obras son los cimientos de mi vida como lector; a partir de ellos, llegaron otros en los que la magia y lo esotérico serían el tema central.
Me encontraba en un momento en que el deseo por conocer todas las historias posibles sólo era limitado por la escasez de recursos económicos, mas como en toda historia siempre hay vuelcos, sucedió que cierto día mi hermana mayor llevó unos libros a casa; no sé de dónde los sacó, lo que si recuerdo es que formaban parte de una colección de una revista de temas esotéricos, la Colección Duda: los títulos, "Testimonios de lo insólito", "Ovnis en México", "Los colosos de la Isla de Pascua", "Enigmas científicos de todos los tiempos", "Akenaton, el más grande visionario de Egipto", "La enigmática Zona del Silencio", "¿Se puede comer carne humana?", "La Atlántida, ¿origen de la humanidad?", "Nostradamus, el mayor profeta de todos los tiempos", "Hacia la conquista del Universo", "¿Existen los monstruos marinos?", "¿Quién fue usted en su vida anterior?"… todos ellos alimentaron mis fantasías, trajeron una gran cantidad de libros en los que éstos y otros temas similares fueron la esencia, dejando de lado la Literatura por temas más profanos, pero que con el tiempo dejaron en éste que hoy soy un par de cosas importantes; alimento mi devoción por las historias y la duda permanente que me guía a encontrar las fuentes y los orígenes del conocimiento; sí, cierto, me llevaron a Utopía.
Es en este tiempo, cuando me encontraba inmerso en estas lecturas, que llegó "El libro negro" de Giovanni Papini (mi escritor favorito), quien me regresó a la Literatura, y él junto con Kafka, León Felipe y Sabato se convirtieron en los pilares de mi amor por los grandes libros. Tras ellos, llegaron una pléyade de autores y temas que hoy alimentan mis sueños de infancia.
Ciencia, teología, historia, matemáticas, comunicación, educación, divertimento… hoy tengo varias certezas en mi vida, una de ellas es mi pasión por los libros de papel, ésos que se amontonan en la biblioteca que tenemos en casa, donde más de cuatro mil libros hacen nuestro hogar más cálido, lugar en que los sueños soñados por otros nos anteceden y nos presentan al espíritu humano en toda su magnitud.
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/988608.imagenes.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario