Entre ideas y realidades / Raúl Humberto Muñoz Aragón
La realidad es plena, en ella se encuentran afanes y querencias para cada ser humano que ha transitado o transita por la cotidianidad que le ha tocado vivir. Alimenta los sueños, nutre el espíritu, plantea retos siempre nuevos para caminar por ella, se inventa a cada nuevo descubrimiento, nos reconforta y nos da un espacio para vivir.
La realidad evoluciona, siempre de acuerdo a nuestros sentidos, tornándose en el hogar perfecto para el desarrollo de las ideas, para la búsqueda eterna, interminable del conocimiento, dando siempre algo a buscar y encontrar a la enorme curiosidad de hombres y mujeres. En esta cotidianidad siempre renovada, la vida juega juegos de azar que engolosinan los sentidos y construyen la cultura de cada pueblo.
En este camino que es la vida, aprendemos a verla, a descubrirla con cada uno de los sentidos que nos permiten mantener el contacto con ella y construyen nuestros saberes, ésos que hacen y enriquecen nuestra cultura, la cual, a su vez, nos permite reconocerla y reconocer en ella nuestras acciones, nuestras responsabilidades, retos y compromisos, los pasos que hemos dado.
Así, surge el mayor reto que tiene una sociedad: preparar a sus integrantes más jóvenes para el desarrollo de la que será su vida, basada ésta, en los principios ponderados y reconocidos por todos como aquéllos que son necesarios para una mejor convivencia. Enseñarles y guiarles, pues ellos se han de insertar en la cultura generada por el grupo social, la que les da sustento, y en esta inmersión se les han de proporcionar las herramientas intelectuales para romper los esquemas existentes, impulsando así la evolución y desarrollo tanto individual como colectivo. El destino de toda sociedad es la revolución permanente, el cambio continuo, el libre flujo de ideas, de valores y visiones que permitan siempre andar nuevas rutas, explorar todas las posibilidades que la realidad nos otorga.
Todo ha de ser cuestionado, puesto a prueba una y otra vez, pues es en esta dinámica de cambio continuo que se garantiza la supervivencia de cualquier entidad, es el sino de la vida, el movimiento constante que le da sentido y rumbo. Entender esto es una responsabilidad del grupo y ha de ser procurada, es de vital importancia, haciendo de la educación el tópico indispensable para lograrlo.
La educación se torna en el motor trascendente que guía las acciones, siempre con la meta de alcanzar nuevos y mejores estadios, donde sus individuos encuentren sus propios afanes y querencias que al final del camino les permitan saber que fueron felices.
La educación se fundamenta en dos pilares, la familia y la escuela. Espacios que son su hábitat primario -no único-, que a fin de cuentas, la virtud del ser humano es que encuentra en cada momento y lugar la oportunidad de desvelar los misterios de la cotidianidad, de esa realidad que nos rodea y nos envuelve en maravillas; es ahí, en ese preciso momento de nuestro encuentro con ella, que se ve reflejada la enorme responsabilidad y compromiso de los profesores, hombres y mujeres que dejan retazos de su vida en la pasión por enseñar, por lograr en sus estudiantes la maravilla del proceso de aprendizaje. Mujeres y hombres que en el hacer y saber, logran el saber hacer, y lo más importante, el hacer saber en sus estudiantes, para que al paso del tiempo colocarse a un lado del camino para verlos crecer, desarrollar nuevos conocimientos, ser los hombros para que los gigantes intelectuales puedan subir en ellos y atisben los fragmentos que la realidad tenga a bien regalarles; haciendo visible lo invisible, fragmentando lo indivisible y haciendo del infinito (de todos los infinitos) herramienta para tener mejores condiciones de vida.
Sin lugar a dudas, es en la familia en donde se han de colocar los cimientos en los cuales los profesores harán su tarea, convirtiéndose en los receptores del futuro de cualquier nación, ellos han de ser individuos que en su hacer sean ejemplo para los nuevos ciudadanos, responsables, solidarios y subsidiarios, que en la profesión que ejerzan se encuentre la disciplina y el compromiso de aquéllos que tomaron la torpe mano para ayudarla a plasmar en papel sus primeras letras, donde nacieron sus primeras ideas plasmadas. En la escuela es donde se ha de formar el pensamiento crítico que deriva en hombres y mujeres que reflexionan y sustentan sus acciones.
Gracias a mis maestros, que al recordarlos siempre hacen surgir en mí la sonrisa poblada de melancolía por las horas en esas aulas mágicas donde todo es posible. Gracias por los retos que dejaron muchas noches en vela. Gracias por la realidad que alguna vez me mostraron y me enseñaron a cambiar. Gracias por las alas de la imaginación y la duda que alimenta mi curiosidad, gracias por los números, las letras y las ideas.
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