jueves, 4 de septiembre de 2014

DE CÓMO REGALAR UNA NUBE 
Raúl Humberto Muñoz Aragón
Somos viajeros en el tiempo en camino a nuestro destino, viajando en líneas temporales que se entrecruzan en un mágico telar que tiene como propósito el llevarnos al futuro, a nuestro futuro particular y personal, ahí donde nos hemos de topar finalmente con nosotros mismos, resultado de los innumerables encuentros y desencuentros que ocurren en este andar repleto de coincidencias que han sido puestas por el azar con el propósito de mostrarnos el mejor de los caminos, a pesar de los momentos tristes o felices, pues ambas sensaciones tienen el objetivo de fortalecernos en nuestro vagar por las estrellas.
Somos parte de una sinfonía que inició su primer movimiento con el estruendoso silencio del Big Bang, eternamente inconclusa, permanentemente en composición, donde cada uno de nosotros somos acordes, melodías y silencios que en este viaje vamos construyendo en conjunto con el gran argumento que la conforma y en la cual cada uno de nosotros tiene su espacio, su historia, su momento.
Nuestro viaje es individual; el destino final es construirnos, tocar y ser tocados por el destino propio y de otros, algunos de ellos que comparten nuestro presente, otros que tiempo ha que se fueron, pero la esencia de su paso nos alcanza y nutre; algunos más que tras nuestra partida serán tocados por aquello que hagamos de nosotros mismos. Lo cierto es que hemos de continuar con la escritura de la gran historia del ser humano.
Este andar, si tenemos suerte, nos depara el encuentro con la tarea cumplida, con una vida plena que con el paso de los años se desborda en conocimiento, no necesariamente muy complejo, sino por el contrario, la certeza de que en la sencillez se encuentra la magia, ésa que está muy presente en los extremos de la vida, baste para comprobarlo con ver la mirada de un niño (plena de avidez por devorar el mundo que día a día descubre) o la de un viejo (que ha vivido cada segundo de su vida al máximo, con todos los errores y aciertos posibles). Ese viejo que hemos de ser - en quien se deposita "cachitos" de vida de hombres y mujeres que contribuyeron a nuestra formación - es el resultado de una "danza" de encuentros.
En "Arrugas", una película animada española (que hay que ver por cierto), en un flashback de un personaje secundario nos muestra el momento en que el amor de su vida le responde que sería su novia sólo después de que él le regale una nube… y él se la regala, ella con una gran sonrisa le dice "tramposo" y ahí sellarán su caminar juntos y ésa será la única palabra que a él, a pesar de su enfermedad, lo trae al presente con una sonrisa plena de felicidad.
Es tan fácil entregar una nube a los seres queridos, a aquellas personas que han tocado nuestro andar enriqueciéndolo que es menester en la vida el decir gracias. Estamos a veces tan acostumbrados a recibir de otros y de la vida misma incontables enseñanzas, conocimientos, alegrías, hombros en los que llorar es más sencillo, que las damos por sentado, por obligación y derecho irrenunciable y dejamos de lado el ser agradecido.
Hay hombres de valía que en su ser y hacer contribuyen a la formación de una mejor sociedad, que generan espacios, tocan almas, alientan carreras, construyen con el ejemplo, contribuyendo a nuestra participación armónica en la sinfonía de la vida, entre ellos, los educadores han de tener siempre un lugar muy especial, pues ellos han alimentado el espíritu de hombres y mujeres.
Entre estos hombres tiene un lugar especial en la historia de nuestra entrañable y querida Laguna, y en la mía propia, el Dr. Jorge Yamil Darwich Ramírez, médico de profesión, educador por decisión y destino, pieza fundamental para que la Universidad Autónoma de La Laguna sea hoy una de las instituciones de educación superior más importantes y prestigiadas de la región; cierto, en la historia de la UAL hay múltiples esfuerzos, pero en el día a día, en los pasillos de la UAL, se recordarán siempre tres figuras muy queridas: Pedro H. Rivas Figueroa, Carlos Manuel Güereca López y el citado Yamil Darwich, su segundo rector.
Cada uno tenemos un camino diferente, en nosotros está el andarlo con la dignidad necesaria para algún día poder escuchar de otros que "él es un buen abuelo", ya que al serlo queda la certeza de haber logrado desarrollar y compartir el camino con otros seres humanos, contribuyendo así a un mejor ser y hacer; Yamil Darwich, sin duda, es un excelente abuelo.
Hoy, el Dr. Darwich deja su rectorado para vivir plenamente el jubileo de su vida, que con base en el conocimiento que de él tengo, sé que los proyectos que hoy inicia en su etapa de júbilo han de seguir contribuyendo a la "melodía" de esta Laguna que tanto ama. Vaya aquí mi agradecimiento para un hombre de quien he aprendido mucho y que ha contribuido a construir éste que hoy soy. Dr. Yamil, he aquí mi nube para usted.
 
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1002487.imagenes.html

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