jueves, 18 de febrero de 2016

¿A dónde hemos de ir por la inocencia?

Imágenes - ¿A dónde hemos de ir por la inocencia?

Raúl Humberto Muñoz Aragón

Amo mi vida.

Amo mi vida, a plenitud, con todos sus defectos, con todas sus ausencias, con los sueños vividos y soñados, con los días buenos, con los días malos, con los muchos sinsabores, con los dolores en estómago y quijada por las risas desbordadas, con todos los amigos de siempre y de cada momento, con ideas creadas, las ideas compartidas, las ideas conocidas. Amo mi vida en cada traspié, en cada lágrima, en cada ilusión, en cada miedo; la Amo con mayúsculas y con minúsculas, con adjetivos y sin ellos.

La amo, pues ella me ha traído a este presente, a todos los presentes que he vivido, esos que cada día nuevo me regala repleto de 24 horas con todos sus segundos. La amo por los regaños de mis padres, de mis amigos, de mis hermanos… por las manos prestas a soportar mi peso cuando tambaleo, por los pañuelos que alguna vez enjugaron mi llanto, por las preguntas que he hecho y me han hecho. Por la posibilidad de ser quien mis sueños sueñan. Por esta pasión mía por las cacofonías y los libros. La amo porque en este hoy me ha dado la oportunidad de coincidir con mi mujer, por ver a mi maravillosa Miranda crecer, preguntar y argumentar.

Sí… Amo mi vida, a pesar de su imperfección; es más, esa es la causa mayor de mi amor por esta vida mía; por su ausencia de perfección y a pesar de ello, cada día ha sido fundamental para llegar a cada hoy, por vivir cada hora con todas sus posibilidades y hacer de cada decisión un camino por andar, por descubrir, por soñar, cantar, vivir, leer, escribir.

Al recordar mis ayeres siempre hay grandes y perfectos instantes, joyas que reafirman lo antes dicho. Los tesoros que buscábamos tarde a tarde mi hermana Oralia y yo, haciendo hoyos en el patio de la casa; los días en que con mi sobrina Daniela cazábamos dragones; la primera ocasión en que mí Alina y yo tuvimos una romántica y extraordinaria cita en una librería; el día que estuve sentado con un "montón" de papás -sin tener muy claro que hacer- esperando el baile de mi niña en mi primer Día del Padre; la emoción de esperar a Santa Claus y el cómo de pronto me convierto en él.

El recuento de hechos, situaciones, momentos, sonrisas, diálogos, abrazos y demás posibilidades con que me ha regalado la vida son tantos y tan diversos que harían falta miles de hojas y una vida más para dar fe de sólo una pequeña parte. Lo que sí quisiera es dejar constancia de este amor mío por la vida… una vida no exenta de dolor o de tristezas. Y es que así es la vida; aún me duele mi amado hermano Ricardo, que hace ya algunos años ha transitado a otros derroteros, los mismos que alguna vez seguiremos nosotros mismo, pero aún en su ausencia, está siempre presente en mí su grandeza como ser humano y la enorme riqueza que le dio a mi vida.

Cierto… a veces la vida duele. A veces con un dolor tan profundo que llega a las raíces más remotas de nuestra humanidad y nos llena de una tristeza sin límite, pues toca la esencia de lo que somos, de los que hemos sido. En ocasiones, este dolor nos viene por los más pequeños, aquellos que habrían de ser la simiente de la alegría en cualquier hogar, el destino de todos nuestros esfuerzos, el fin de cada lucha por alcanzar mejores estadios. El saber de niños como Isa Dare, ese pequeño británico de sólo cinco años que es el protagonista de uno de los videos más terribles que ha visto el hombre, un pequeño que se regodea con la muerte, que lucha una pelea sin sentido, sin mérito, sin futuro; y entonces, es inevitable recordar a Aylan Kurdi, un niño sirio que nos llegó a nuestra comodidad en una imagen igualmente perturbadora, muerto a las orillas del mar, todo por soñar por una vida mejor al lado de su familia.

Marcos Miguel Pano Colón… sólo siete meses de vida. Una bala en la espalda fue el destino para su corta vida, bebé mexicano que fue asesinado en Pinotepa, en nuestra Oaxaca; la misma de la Guelaguetza, víctima de una sociedad que no ha sabido ser justa para todos. Un pequeño que en otra imagen de este mundo de redes sociales que hace viral todo como nunca antes en la historia… tres pequeños a quienes les hemos quedado a deber, que duelen, que lastiman; tres vidas truncas, tres vidas que nos dejan incompletos.

Pero valga la vida nuestra para no callar, para alzar la voz, para recordar sus nombres y luchar porque no suceda nunca más… que a fin de cuentas serán nuestros hechos los que dejarán la firma con la que hemos de ser recordados.

Sí… amo mi vida por la posibilidad para recordar y vivirla plenamente, por poder sentir la tristeza por tres pequeños y tener la convicción de que todo puede ser mejor y de que en nosotros está que así sea. Amo la vida porque a pesar de nosotros mismos siempre hay espacio para la inocencia, la esperanza y la felicidad; y este espacio siempre está en nuestro interior.

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