viernes, 1 de abril de 2016

...y el hombre dijo

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Raúl Humberto Muñoz Aragón, 31 de marzo de 2016 11:14am

Durante el verano de 1816, Mary Shelley y su marido Percy Bysshe Shelley hicieron una visita a su amigo Lord Byron a la Villa Diodati en Suiza. En esta visita y tras leer una antología alemana de historias de fantasmas, Byron retó a sus invitados a componer, cada uno, una historia de terror. De ese reto, Mary concibió una idea que sería el germen de la que es considerada la primera historia moderna de ciencia ficción y una excelente novela de terror gótico: Frankenstein o el moderno Prometeo.

En la obra de Mary Shelley -de la cual se cuentan tres versiones desde la original de 1817 a las de 1818 y 1831- se ve reflejado uno de los grandes anhelos del hombre, la creación de vida. En Frankesntein, Shelley recupera en cierta forma el mito del Golem, del cual podemos encontrar las primeras referencias en el Talmud y en la Torá. En ellas, se menciona al profeta Jeremías como el creador del primer Golem, el cual es de acuerdo con la mitología judía, un ser animado fabricado a partir de materia inanimada (normalmente barro, arcilla o un material similar). A partir de ahí, se reflejará en un gran número de historias en las que incluso se menciona incluso al propio Abraham como creador de almas para llevarlas con él a la Tierra Prometida, atribuyéndosele la autoría de un libro en el que se contienen las diversas fórmulas mágicas para su creación.

Así hasta llegar al mito más famoso del Golem, el cual cuenta que en el siglo XVII el rabino Low ben Bezalel (el Maharal de Praga), cogió arcilla y agua del río Vltava (Moldava) modelando una figura humana a la cual le dio vida. Creó de este modo el famoso Golem de Praga con el fin de liberar a su pueblo de los enemigos de Israel aunque, finalmente, la creación se volvió en contra de su creador y de su pueblo, lo mismo que sucedería más tarde con la criatura de Frankenstein.

La creación del Golem o de Frankenstein es un reflejo por los afanes del hombre por comprender la vida y sobre todo por convertirse a su vez en creadores de ella, poderes que algunas tradiciones colocan incluso a Santo Tomás de Aquino, a quien se le atribuían poderes creadores, o al Papa Silvestre, quien hacia el año 1000 habría creado a una mujer androide para hacerle compañía. Posteriormente, la alquimia también se sintió interesada por estos aspectos de la creación, siendo Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso uno de ellos y quien trató de dar vida al primer bebé de probeta.

El camino y las intenciones del hombre sobre alcanzar el nivel de creadores de vida llegan a nuestros días, donde la Inteligencia Artificial es un ejemplo de cómo continuamos con el viejo sueño de los judíos que partieron rumbo a Babilonia y que dejaron en el Talmud este afán.

Y aun sigue, el pasado 24 de marzo, en una nota de El País, se hace referencia a la creación de vida artificial por un grupo de científicos norteamericanos liderados por el Nobel de Medicina Hamilton Smith y Craig Venter, quizá el mayor experto en biología sintética del mundo, quienes anunciaron la creación de una bacteria sintética conformada por 473 genes, convirtiéndolo en el genoma más pequeño para existir y reproducirse.

Venter ha sido un ferviente defensor de que el ADN puede ser visto como un programa de computadora en el cual el genoma sería el sistema operativo que hace posible que un organismo funcione y se reproduzca; a partir de esta premisa, Venter se propuso como uno de sus objetivos el de reescribir el código usando un ordenador para diseñar nuevas formas de vida y luego producir su genoma en el laboratorio mezclando los cuatro componentes bioquímicos básicos del ADN; el resultado de esto es trasplantado en una célula vaciada de todo su contenido genético forzando que ésta se reinicie y comience a existir de acuerdo con una nueva programación.

Ya en 2010, Venter anunció la creación de la primera forma de vida con genoma sintético, ésta era una bacteria que llevaba codificado en su ADN todo lo necesario para vivir, además de varias direcciones de correo electrónico y una frase premonitoria de James Joyce: "vivir, errar, caer, intentar y, después, crear vida a partir de la vida". Esto último como una medida de seguridad para poder distinguirla de formas de vida naturales en caso de fuga o escape. El propósito de estas creaciones es el diseño de vida a la carta, creando microbios con genomas programados para realizar funciones como producir fármacos o combustible por un precio irrisorio y con mayor eficiencia que los métodos actuales.

Esta nueva bacteria fue nombrada JCVI-syn3.0 y tiene la capacidad de dividirse cada tres horas -cinco veces más rápido que sus contrapartes naturales- pero cabe mencionar que son más vulnerables y sólo pueden sobrevivir en un cultivo de laboratorio compuesto por azúcar y otros nutrientes, ya que su genoma no está preparado para adaptarse como lo hacen el resto de seres vivos del planeta.

Habrá que ver qué caminos recorrerá la vida sintética creada en los laboratorios del mundo.

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