jueves, 30 de agosto de 2007

Soledades
Raúl Humberto Muñoz Aragón

Afrodita... Eros... Tanatos... Mágica danza en el tiempo, en el espacio, en un eterno retorno.

La postura es un poco incomoda, la tensión en las piernas es por momentos difícil de soportar.

Esta abierta.

La vagina expuesta.

Los pies apuntan al cielo.

El sudor perlea la piel en tensión. Las sensaciones se entremezclan confundiéndose en una pléyade de sentimientos; inquietudes, incertidumbres, valores, consejos, saberes, mitos, ideas, sueños, querencias, angustias, miedos, cuentos; dolor, tristeza, amargura, odio; quizá sólo hay este camino, al menos esa es la idea a la cual aferrarse, a pesar de todo y de nada, de todos y de sí.

Duele.

La penetración inicia.

Sus senos, que se preparan para producir leche, tiemblan al igual que todo su cuerpo al sentir la invasión; ayer camino fue del placer, hoy una indefinición de sentimientos, desazón.

Él, sin saber aún de la vida, lucha por ella. No entiende, se refugia en el interior, en un intento vano por escapar de aquel intruso.

Las pinzas entran, arrancan, esquivan las barreras, su cometido es claro y preciso, no cejan en su labor. Lo buscan y han de encontrarlo.

Pensamiento contra Instinto... ley de la selva del hommo sapiens sapiens; hommo videns diría Giovanni Sartori; aquel, ese que hoy rinde culto y pleitesía a los medios visuales, soñador del Big Brother; émulos de Tomas, quien ha de ver para creer.

Lo alcanza, las pinzas por fin lo han atrapado. Aprietan. Silencio que duele más que mil gritos, que todos los gritos de placer que antaño existieron. Destrozan. Pensamientos no nacidos que se diluyen en la sangre derramada. Mutilan. Músculos, viseras, huesos, cartílagos, tejidos, sangre, agua; todos en una sopa dantesca. Extraen. Intento burdo por separar óvulo y esperma.

Vida 'propiedad del organismo vivo que lo distingue del organismo muerto y de la materia inanimada y mediante la cual el ser que la posee tiene metabolismo, crecimiento y reproducción; tiempo que transcurre desde el principio de un organismo hasta su muerte; querido, querida (expresión cariñosa; también mi vida)': latín vita 'vida (en los tres sentidos)', del indoeuropeo gwî-wo-tâ 'vida (en los dos primeros sentidos)', de gwî-wo- 'vivo'. [GÓMEZ DE SILVA, Guido, "Breve diccionario etimológico de la lengua española", El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, México, 1991, p.719].

La querencia es el motor de la vida, derivación quizá del instinto primero de "Lucy", aquella madre nuestra, diversidad de colores, que hoy varios millones portamos, todos salidos de su vientre, en un África perdida ya en el tiempo. Su ausencia, la nulidad de la querencia a nuestros cada vez más escasos prójimos, pues paradoja incluida, hoy el mundo esta tan poblado y lamentablemente nuestro círculo personal esta tan cerrado; que unas cuantas "células" pueden ser "extirpadas" del interior de cualquier matriz, sin distinción de quiste o feto.

Parte a parte, en trozos es sacado del calor materno, convertido ahora en el más grotesco rompecabezas creado por el hombre; que a fin de cuentas es sólo un conjunto de células mas, que perdidas están entre el ilimitado número de las ya existentes; la física lo dice, la materia no se crea ni se destruye... quizá la vida sea igual.

No sé, no entiendo; tal vez sea una de las cuestiones realmente de genero que nunca podremos compartir.

Recuerdo una escena de la película “Romance X” (Romance, 1999) dirigida por Catherine Breillat -aquella que conocimos como Mouchette en su actuación al lado del Marlon Brando en "El último tango en Paris" (Ultimo tango a Parigi, 1973)-; ahí, en un primer plano, la vagina de la protagonista abarcando toda la pantalla, se abre en toda su magnitud, con una flexibilidad sorprendente, forzando un reacomodo de músculos y huesos, todo esto para parir entre dolor y alegría a su primer y único hijo.

Media hora... una hora... toda la noche... no lo sé.
Una lágrima
Raúl Humberto Muñoz Aragón


A las mujeres que gritan... que cantan... que sueñan

Fue un día largo... Muy largo... Lento en extremo; cada segundo se tomó su tiempo para llegar, sin prisa, sin pausa. Poblado de nostalgias, añoranzas por un pasado que parece ficción leída en alguna mala novela rosa, falsos recuerdos que hoy no pueblan su realidad de cada día, esa que duele hasta el alma.

Se encuentra tendida en la cama, el vestido a la cintura, las medias caen por sus piernas hasta descansar en los tobillos; sus pantaletas cuelga de una de ellas. A oscuras, sobre una colcha raída en sus orillas, deslavada de tanta historia acumulada, de tantos sueños perdidos.

Él, arriba de ella, la penetra desesperadamente, en un burdo coito que no la excita, que no busca excitarla, ayuntamiento carnal que forma parte de la rutina, una rutina en la que ella se ha convertido en receptáculo pasivo de los embates torpes que sólo le suplen a él las masturbaciones de la adolescencia.

Él ha dejado de verla hace ya mucho tiempo, es simplemente un artículo más de su propiedad, que está ahí para usarse, receptor pasivo de todas las frustraciones del día, de la amargura que le abruma.

Una lágrima silenciosa le recorre el rostro. Una lágrima por aquéllos “ayeres” que se le pierden entre la rutina, que busca el camino que le permita sentir, saber de sí, de aquélla que fue algún día, que tenía sueños, que en el anhelo de una familia dejó de lado la vida, su vida.

La tristeza duele profundamente cuando se ha dejado de soñar, y ella ha llegado a este estadio, la sociedad le robó sus sueños, los arrojó al caño de miserias que son su cotidianidad; “loquedebeser” ha carcomido su espíritu, la silencia.

Levantarse temprano, en el mismo momento en que el sol juega con la luna y el cielo se cubre de los colores más cálidos, los mismos que alguna vez le maravillaron; ahora, no tiene tiempo para ello, esos momentos se han perdido en un baúl inexistente; pues, cada día, siempre a la misma hora, preparándose para vivir la vida de otros, de aquellos “otros” que son su carne y su sangre, su “amor”, inicia el camino de las mismas cosas de siempre, de cada día. No se queja, aprendió en su niñez a no hacerlo y hoy no sabe que puede gritar, que tiene derecho a gritar, a decir basta, a decir quiero.

Esta lágrima es su último grito, la rebeldía final. Es una lágrima que quiere vivir, que le dispara al corazón en busca de sí.

Ayer, varios “ayeres”, tantos que le han construido la vida; si esto es vida, por cierto; su madre le enseñó los “deberes” que toda “mujercita” ha de cumplir...

Servir, servir, servir, servir siempre, sin bonificación, en silencio, siempre dispuesta, presta a cada deseo de los “otros”.

Hoy, su hijo mayor le gritó y la abofeteó por primera vez, no pudo reaccionar, no supo cómo; los recuerdos se le agolparon, su “deberes”, sus “obligaciones”; los trece años de su vástago le han enfrentado otra vez a eso de servir; de servir y callar.

Eyacula... Un sonido gutural es el único que tiene para ella, los espermas son el único lubricante en su vagina. Por fin, el dolor producido por la fricción cesa. Él se levanta y sin ningún miramiento se limpia en la colcha, harta de tanto vivir la misma historia, donde el amor, si lo hubo, se ha ido ya.

Calla, una lágrima solitaria se seca en su mejilla...

Su pecado... ser mujer; y he aquí la paradoja más absurda de la vida, pues pareciera que al poder parir ha perdido el derecho a una vida digna.

Hay mujeres que callan, que dejan su vida de lado, en algún rincón de su casa, y cuando la buscan, a veces, no la encuentran y callan, callan pues no saben que también tienen la voz, las palabras, el derecho; y esto se torna en la primera agresión, la mayor, la más terrible.

La violencia se alimenta del silencio, en él inicia; en los sueños perdidos, en esas lágrimas que apuñalan el corazón, en ese “asíeslavida”, en las “cualidades” de toda “mujercita”.

La primera agresión es callar, es no saber decir no, no decir basta, no decir quiero.

Entre prójimos te veas...
Raúl Humberto Muñoz Aragón


La maravilla del hombre es sólo comparable a la enorme torpeza y estupidez de él mismo; esta es una tristeza que carcome el alma. Grandezas del espíritu humano como la Capilla Sixtina, el Taj Mahal, los Caprichos de Paganini, los versos de Whitman, los murales en Altamira o El Lago de los Cisnes se empequeñecen a ínfimas dimensiones con las imágenes que nos traen hoy en día los medios de comunicación.

De nada valen El David, Los siete samuráis, Las señoritas de Avignon, La Divina Comedia o cualquier otra obra de arte si no somos capaces de entendernos, de saber que los "prójimos" son todos aquellos que nos acompañan hoy en esta odisea que es la vida; somos Ulises modernos, y este viaje que nos ha tocado andar es igualmente trascendente; no importa si se tienen un dios o muchos dioses, el color de piel o de ojos, género, edad, preferencias personales sean del índole que sean.

Enfrascarnos en una búsqueda eterna e inútil de quién lanzó el primer golpe, además de ocioso es altamente estúpido. ¿Quién pegó primero?, es un pleito tan viejo, lacerante en esta integridad de los seres humanos, eso que nos autonombramos como el animal racional, que hemos sido capaces de crear maravillas como las ciudades mayas y bestialidades como en Auschwitz... o esas que hoy mismo vemos, que aún no han tenido tiempo de llegar a los libros de historia.

Urgen esos locos que estén dispuestos a acabar con los gigantes que se esconden en los molinos de viento, "gigantes enanos" que se escudan en "causas justas" harto injustas que sólo son reflejo de miedos ancestrales. Que no exista mejor causa que nosotros mismo, todos, cada uno de los que hoy horadamos los surcos que nos han legado los viejos de siempre.

A veces, en algunos momentos de ocio personal, cuando no me queda más remedio que estar conmigo, me gusta elucubrar, viajar siempre con la limitante de mi pensamiento e imaginación a esos momentos en que el hombre se descubre a sí mismo, en que se va inventando con el día a día. Me gusta pensar en el momento en que el hombre aprende a leer y después inventa la escritura.

No sé muchas cosas, estoy condenado a vivir en la ignorancia que crece continuamente, pero en verdad que no puedo callar ante esto que pasa, donde la muerte de cientos puede ser justificada por una visión parcial, por intereses personales que sólo buscan el bien particular; donde somos marginados y marginamos... No sé que tan importante sea a final de cuentas el color, el género, la edad, las capacidades o discapacidades, preferencias, creencias, sueños. Me he preguntado y me emociona el pensar en el momento en que el hombre tuvo la primer idea, no se cual sería, ni si aún esta escondida en esta memoria colectiva; pienso y a veces me gusta sentir que existo gracias a ese primer pensamiento.

Hace algunos miles de años, setenta y cuatro según las investigaciones, el Homo Sapiens Sapiens estuvo al borde de la extinción, la población, por diversas razones, se redujo según algunos cálculos a mil individuos; esa es la primer gran familia, nuestra familia primigenia, esa que hoy cuenta con 6500 millones de hijos, que hemos olvidado lamentablemente que en aquel momento se requirió del trabajo en equipo, del uso de nuestra creatividad, en ello estuvo el éxito. En aquel entonces teníamos dos "competidores" más viejos, que nos antecedieron en varios miles de años y que habían creado grupos sólidos, el Homo Neardenthal y el Homo Erectus, ambos extintos; somos el resultado de un largo camino; un camino que inició hace siete millones de años con Toumaï (Sahelanthropus thadensis); quizá sea momento de pensar en ello, de recordar que la vida es sencilla.

Ni los judíos de Auschwitz, ni los niños musulmanes de Qana... ni "las muertas" de Juárez, ni los olvidados que no alcanzaron a salir en las noticias; no hay razón que valide esto.