Una canción
Raúl Humberto Muñoz Aragón
Raúl Humberto Muñoz Aragón
A las canciones de mi vida... gracias
La vida se compone de canciones, de música que nutre los sentidos, que alimenta alma y espíritu con fragmentos de nuestra historia. Amor, odio, alegría, tristeza, añoranza, júbilo; bienvenidas y despedidas; adioses, desamores, sueños, quimeras, utopías; todo cabe.
Con tequila, con tierra húmeda, con atardeceres y sin ellos; todo y nada juegan en el ritmo de una canción camino a un corazón.
Canta la vida, canta la muerte, y en sincronía con el caos nuestro de cada día le da sentido al quehacer diario, convierte los colores del arcoiris en monocronías que traen siempre los sueños de ayer; transforma los grises en danza multicolor que hace bailar a los sentidos.
La letra de una canción ha de llevarnos al hogar, a la casa donde inció este camino que a veces cansa. Con ella encontramos nuevamente las rebeldías que en la adolescencia nos hicieron saber que siempre hay un compromiso con los otros, con aquéllos que comparten nuestro mundo, nuestro tiempo.
Una melodía nos trae el amor que nos inicia nuevamente a la vida. Una lágrima suele acompañarse de una canción, con ella siempre es grata, tornandose en una dulce amargura que fortalece el corazón.
Con ellas nos reconciliamos con los otros, con aquellos prójimos que a veces no estan próximos, que no vemos, que no sentimos. Una canción es un camino para encontrarnos nuevamente, para coincidir en este andar.
La nostalgia se torna poesía y la cantamos, nos trae a ese que fuimos algún día... atrás en el tiempo... nos llena las rodillas de tierra, el corazón de vida y la mente de sueños.
Una canción, una canción sola es más que suficiente; sólo con una canción podemos vestirnos, caminar entre todas las canciones, con el alma plena de saber que siempre estará con nosotros, aún en el silencio más profundo.
Una canción nos trae la voz de nuestra madre, que en su entrega nos enseña que siempre hay una razón para vivir plenamente; nos envuelve en el abrazo firme de nuestro padre que se juega la vida por vernos vivir.
Es nuestra historia, en ella están los sueños, las quimeras, las utopías; el primer amor, el verdadero amor; las ilusiones y los dolores, la policromía de sentimientos que nos contruyen, que nos forman.
Es cemento que une cada etapa, cada parte de nosotros.
Es alegría.
Es un grito al infinito que nos trasciende, es nuestra herencia más preciada, el mejor legado que hemos de hacer.
El canto es la voz del espíritu, con él encontramos a Dios y al diablo.
Es voz de un pueblo, en ella encuentra las coplas que le impulsan a luchar, a luchar siempre. Voz que retumba en la historia de cada nación, que nos personaliza, que nos da la identidad que es nuestra presentación ante todos “ellos”, los “ellos” del mundo que también nos cantan, construyendo réplicas que dan el ritmo a cada tiempo.
“Yo no sé —igual que León Felipe— muchas cosas, es verdad.
“Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:”
la vida correr en el ritmo de un danzón, en el lamento de un canto cardenche, con la pasión de un mariachi, el desgarro de un tango, el júbilo de una tarantela.
No sé... en verdad que no sé muchas cosas, pero sí sé, y muy claro, que no hay mejor motivo que una canción.
Amor y desamor, el sueño máximo, el fin último de la vida es siempre mejor con una canción.
ymahr@yahoo.com
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