Artículos de consumo
Raúl Humberto Muñoz
Aragón
En 1934 Enrique Sánchez Discépolo
escribió “Cambalache”, un tango, una canción que como muchas del catálogo
universal de la música de todos los tiempos no fue compuesta como divertimento,
sino como pieza de denuncia, que descarna, desnuda lo más lamentable de la
historia de la humanidad; canción que como “El barzón” nuestro, compuesto sólo
dos años después por Ignacio Pérez Meza (conocido como Luis Pérez Meza) denuncia
con puntualidad las miserias que puede alcanzar el ser humano.
“¡Hoy resulta que es lo mismo |
ser derecho que traidor!... | ¡Ignorante, sabio o chorro, | generoso o
estafador! | ¡Todo es igual! | ¡Nada es mejor! | ¡Lo mismo un burro | que un
gran profesor!...” con estas palabras Sánchez Discépolo habla del ser humano,
donde define al mundo como “una porquería”, que siempre lo ha sido; sentencia
harto polémica, que duele, que indigna y que nos impulsa a negarla, a hablar
del autor como un profeta, como un loco o un desadaptado (benditos sean los
desadaptados, que de ellos será el reino del mañana); pero a fin de cuentas
emplea el arte para denunciar la corrupción y las miserias humanas que siguen
haciendo verdad la locución de Plauto de Asinaria “homo homini lupus” (“el
hombre es el lobo del hombre”).
“Se me reventó el barzón | y sigue la yunta andando… Cuando acabe de piscar... | vino el rico y lo partió | todo mi maíz se llevó | ni pa' comer me dejó… con todo el maíz que te toca | no le pagas a la hacienda” realidad en 1936 y en el 2014; aun hoy seguimos pagando con trabajo un maíz que no alcanza. Estas palabras de Pérez Meza, de Sánchez Discépolo y de muchos otros más que a veces hoy cantamos sin tomarlas en cuenta, sin prestar atención dejando constancia del aletargamiento y la premura de la vida moderna. Hoy no pensamos ya en ello, no tenemos tiempo, dejamos que las decisiones las tomen otros, dejamos de prestar atención a aquello que debería llevarnos a una calidad de vida mejor, seguimos siendo pensados y creados por otros.
Hoy la dignidad humana es un artículo más de consumo, donde el mejor postor, o mejor dicho, aquel dueño del dinero –sea lo que esto sea, pues a fin de cuentas, el dinero es la promesa de realizar un trabajo que reditué el equivalente en el monto de la moneda, sea en metal, en papel, en plástico o hasta virtual–. Hoy por dos dólares (unos veintiséis pesos) podemos comprar a una niña en Mozambique, lo más ricos incluso pueden aspirar a comprar a un niño inglés por unos 25,000.00 dólares, todo esto según la página http://www.havocscope.com/black-market-prices/human-trafficking-prices/, donde con una contundencia se muestra como en un menú, los costos en que se puede obtener un bebe ruso, una niña rumana o una virgen en Camboya.
La realidad nos golpea la cara a veces con una crudeza lacerante, indignante, pensar que un par de gallinas y una vaca pueden ser el precio de una mujer en alguna región no tan perdida en nuestro México es algo doloroso. Ver a los viejos que tras trabajar toda una vida tienen que mendigar lo que por derecho deberían tener es un insulto.
Me pregunto, cuánto tendrán que trabajar para el mundo personas como Bill Gates, Carlos Slim, Amancio Ortega, Warren Buffett y Larry Ellison; los cinco hombres más ricos del planeta, cuya fortuna conjunta ronda los 312 mil millones de dólares, si tendrán suficiente vida para retribuir al mundo “la oportunidad” de amasar fortunas tan escandalosas; ojo, el statu quo les permitió hacerlo, ellos aprovecharon las oportunidades, las acciones y omisiones que como sociedad hemos permitido, tolerado e incluso en algunos casos hasta promovido y alentado. La pregunta sería, cuánto cuesta la dignidad de un niño iraquí, de aquel que lo compra, de esos súper millonarios o de nosotros que solo somos espectadores impasibles, inmutables de lo que ocurre.
“El mundo fue y será una porquería…” no, definitivamente no. Tenemos en nosotros la posibilidad de cambiar ese sino terrible, debemos buscar nuevos caminos, que a pesar de todo, de violencia, de corrupción, de inequidad, de riquezas y pobrezas desproporcionadas, ambas insultantes, ambas permitidas, de desconfianza; a pesar de ello el espíritu humano tiene más que los males que Pandora arrojó un mal día por el mundo.
Si hemos podido crear las maravillas de las que dan fe las bellas artes, si un alumno puede recordarte las utopías que creías ciertas en tu juventud, los ideales que alguna vez alimentaron nuestro horizonte, hacen que sea posible. Sí, hay que señalar aquello que duele y carcome el alma, denunciarlo para cambiarlo, que el dolor o la incapacidad de sentir dolor sea lo suficiente para que por fin salga de la caja esa esperanza, que siempre ha estado presente.
ymahr@yahoo.com
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http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/974164.imagenes.html
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