miércoles, 30 de abril de 2014

Los peligros de la (¿mala?) educación

Los peligros de la (¿mala?) educación
Raúl Humberto Muñoz Aragón

He aquí que algunos pocos dijeron: “sea el conocimiento para los menos…” y surgió la simulación, la cual se ha multiplicado en forma exponencial desde entonces, siempre en detrimento de generaciones de niños y jóvenes que hoy tienen un futuro trunco, limitado, coartado producto de una pobre formación académica; la educación hoy es producto de mercado y se cotiza en las bolsas de valores del mundo como una mercancía más, una industria que hace “hombres” a medida, hacedores, maquiladores de las ideas de otros que no entienden y mucho menos comprenden.

La educación escolarizada se ha tornado en botín de “empresarios” que no emprenden nada, algunos de ellos solo en busca de un mercado seguro, cierto y con miras muy lejos del compromiso leal y honesto de los grandes educadores que han dejado y aún hoy dejan su espíritu en las aulas; aquellos hombres probos pierden espacio cada día, siendo apartados por individuos “mejor preparados” que encuentran refugio en instituciones educativas ante los embates de una sociedad más competitiva, donde el entorno mundial se convierte cada vez más en algo doméstico, cercano, competitivo.

Hoy el mundo viene hasta nuestra casa a competir por espacios, buscando una añorada calidad de vida “moderna” que impone ritmos y cánones que se vuelven por momentos muy difíciles de alcanzar, al menos si no se cuenta con una preparación adecuada, que permita enfrentar los grandes retos de hoy, que exige líderes que tengan claro y preciso los destinos que desea alcanzar, que en la claridad de sus objetivos avance en su consecución, creando para ello los nuevos caminos que otros han de seguir, que esté preparado para la vida de hoy. Este escenario hace que el compromiso por alcanzar altas cotas de preparación formal académica sea pleno para todos y cada uno de los individuos de este momento histórico y, a la par, magnifique el daño que algunas instituciones hacen al no asumir su compromiso de educar.

Una educación equivocada es altamente peligrosa, pues al término, generará individuos con expectativas personales que no podrán cumplir, profesionales generados al vapor con un esfuerzo mínimo, eso sí, con títulos rimbombantes, “gigantes de pies de barro”; derivando en una escases de conocimientos, una cultura pobre, un desconocimiento de los tópicos importantes y relevantes de las áreas de conocimiento que están inmersas en la profesión estudiada, carentes de una visión humanista.

Las instituciones educativas pareciera que se han convertido en guarderías, donde niños y jóvenes son llevados con el único fin de que se encuentren en lugares seguros en los que quizá puedan aprender algo “útil”, donde sean “productivos” o al menos que no engrosen la deshonrosa y triste lista de “ninis”. Estamos inmersos en un sistema educativo creado para dar respuesta a las necesidades de una sociedad industrial, donde la demanda por individuos que supieran hacer era fundamental, hoy la sociedad es otra muy diferente; un sistema educativo que le da un alto aprecio a las matemáticas y al español, siendo estas las asignaturas más importantes y lamentablemente las menos efectivas, pues nuestra comprensión matemática y nuestras habilidades de lectura y escritura se encuentran en niveles ínfimos, haciendo menos los aspectos humanistas que dan sentido y cohesión.

La multiplicación de los centros educativos ha sido importante, creciente y para ser honestos y claros, necesaria; lo lamentable es que este crecimiento no está ligado a un desarrollo real de la educación en México, ni ha contribuido a una calidad académica real que genere individuos preparados realmente. Muchas de estas nuevas instituciones tienen un objetivo claro y preciso, convertirse en un centro que genere ganancias económicas, hecho que no es ni un “pecado” ni incorrecto, lo grave es cuando ese es su único fin, dejando de lado la formación adecuada de sus estudiantes, sin proporcionar buenos salarios a sus profesores, sin inversiones adecuadas en instalaciones y en tecnología educativa de vanguardia, con programas académicos obsoletos algunos o “novedosos”, tanto que no tienen futuro real.

Educar es sin duda el motor que puede despertar a una sociedad, sacarla de su marasmo, convertirla en un ente crítico, activo, comprometida consigo. Este es el “otro peligro” de la educación, al menos para aquellos que buscan preservar el statu quo –y que quizá estén facilitando el surgimiento de “empresas de la educación” que se encargan de producir ciudadanos acríticos–, habrá que luchar por hacer realidad este escenario, que el oficio de profesor requiera de niveles más altos y comprometidos con el afán de facilitar el aprendizaje, hombres y mujeres que se encuentren en la cima del aprecio de la sociedad, con niveles de vida dignos, pues ellos son los grandes hacedores. Para ello hay que cuidar el futuro de nuestros hijos, cuestionando a aquellas escuelas, colegios, institutos, universidades y demás que nos ofrecen espejitos que al final serán triste espejismo, ilusiones rotas, futuros truncos, individuos limitados. Es menester echar fuera la simulación en el sistema educativo nacional.

ymahr@yahoo.com
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