TODOS Y TODO / Raúl Humberto Muñoz Aragón
Desde nacer, somos el centro del mundo, de aquello visible e invisible que en nuestro derredor hay, incluso el universo entero somos nosotros. Al nacer no tenemos límites, no existe nada que nos sea ajeno. Voces, aromas, sabores, texturas y formas que cual caleidoscopio nos desvelan poco a poco la realidad, todos ellos parte integral de nosotros.
Ése es nuestro momento de mayor libertad, a pesar de la paradoja que implica, pues es ahí donde se da también la mayor vulnerabilidad y dependencia total del existir. De los primeros estímulos que ahí recibimos dependerá en mucho nuestro desempeño futuro; es el inicio de nuestra personalidad, tan llena de la herencia genética como de experiencias y vida.
Sin límites, sin miedo; somos todos y todo; razón y motivo; centro, perímetro y volumen. En esos primeros días de nuestra vida, no sabemos dónde terminamos y dónde inicia el otro o lo otro; somos uno con el universo, y ello nos hace el centro. Este estadio se irá prolongando por varios años, esos primeros que nos enseñan a discriminar, a diferenciar, a establecer roles, a moldear estereotipos, a continuar patrones, a perder poco a poco la libertad primaria por la individualidad que nos distingue en un mundo poblado por infinitos otros, seres sin rostro y con los cuales no tenemos ni la mínima posibilidad de encuentro.
Tengo, o más bien, tenía muy claro cómo iba a iniciar la imagen de hoy, cuáles serían los derroteros por los que navegaría, qué palabras e ideas la conformarían, pero el centro de mi universo personal sigue siendo sujeto a los caprichos del azar, ese viejo caótico que no se cansa de darnos lecciones para que al final del camino podamos decir que aprendimos algo.
El inicio original era (que no tengo claro que tan válido sea citar un texto inexistente, o al menos sólo existente en mi mente… aunque recuerdo el celebérrimo Necronomicón, centro omnipresente del universo de Lovecraft, grimorio inexistente escrito por el ficticio árabe loco Abdul Alhazred)… perdón… la columna inicia así "Sin lugar a dudas el Gobierno miente; nos engaña, oculta y maquilla la información según sus intereses particulares. Cada uno de los tres poderes en que se divide está diseñado para preservarse en el poder, para mentir ad infinitum, creando mitos para endulzar la vida. Olvidando a los 16,000 desaparecidos, o a maestros que hoy ganan cientos de miles de pesos y mañana sólo son 'errores' administrativos. Que hablan del abatimiento de la pobreza, y se olvidan decirnos que dentro de los países de la OCDE somos el país con mayor pobreza y el segundo con mayor desigualdad".
Pero ese caprichoso azar -el mismo que se disfraza de amor en "Los formales y el frío" de Benedetti-, decidió de pronto otros caminos; así que no diré que los políticos mienten descaradamente, que sólo les interesa su beneficio personal, que son veletas que apuntan a donde están los recursos, y sobre todo, que su anhelo mayor es vivir a expensas del pueblo, que no tienen saciedad. No, no hablaré del cinismo con que pretenden lograr votos o de su desprecio por la gente a la que dicen representar; no, no mencionaré de las mentiras y demagogia con que envuelven sus discursos o de cómo cambian sus convicciones de acuerdo al pensamiento del "mandamás", por ignorante, torpe, mediocre o siniestro que sea.
No, no, simplemente no.
Hablaré de ese azar, el cual esta semana me dio una lección más. Ocurre que, como bien dice Serrat, esos locos bajitos a veces "joden" mucho con la pelota y pueden desesperarnos, incomodarnos o cuando menos alterar nuestro mundo armónico, lleno hasta el hartazgo de rutina y monotonía. Ellos tienen un mundo nuevo en sí, tan lleno de todo que no tienen tiempo que perder como nosotros, los viejos que hemos olvidado el arte de "joder con la pelota".
A fin de cuentas, lo que hoy quiero contar es como mi hija de dos años y medio me dio una lección más. En sus "caprichos" se afana por hacer lo que quiere independientemente de lo que los adultos deseamos, y cuando esto se da, viene el inevitable choque que deriva en el enojo de los dos, de ella y mío, entonces ella es clara y dice lo que tiene que decir, se enoja, reniega, yo por mi parte hago lo mismo y he aquí la lección, una vez que ella dice todo y se desahoga, inmediatamente "cambia de canal" y sigue con lo importante, cambia de juego, te abraza y te invita a jugar… y yo, como todo adulto tengo dos opciones, seguir con mi enojo como dictan los cánones u olvidar mis años y ponerme a jugar.
Ésa es la magia de ser el universo entero, no hay espacio para rencores; es absurdo, pues al ser todo y todos sería como estar enfadados con nosotros mismos. Es menester que seamos nuevamente todos y todo, así podríamos darnos cuenta del dolor que hay en nuestro derredor y olvidar ese arte del engaño en que se ha convertido la política.
IMÁGENES / El Siglo de Torreón / jueves 26 de jun 2014
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1010008.imagenes.html
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