miércoles, 15 de octubre de 2014

LA SOLEDAD DE SER

LA SOLEDAD DE SER / Raúl Humberto Muñoz Aragón
La soledad es nuestra eterna compañera, es la protectora, es quien nos acoge cuando la vida bruma, la que nos absorbe en momentos de tristeza y a veces agobia. La soledad es origen, camino y destino, en ella iniciamos este viaje de la vida y con ella nos encontramos cada noche al abandonar la realidad al entrar en el letargo de los sueños, vamos a su encuentro y será quien al final nos tomará en sus manos y nos guiará al siguiente destino siempre a nuestro lado. En la soledad, nos encontramos cara a cara con el que somos, en nuestra mismidad, ésa que perdura de nosotros a lo largo del tiempo personal llamado vida.
La soledad la vamos poblando con la esencia de nuestro ser, con la cotidianidad del derredor, con aquello que da confort y seguridad; aunque también, en los rincones más apartados se esconden y se agazapan temores y angustias, siempre dispuestos a abordarnos, a detener -por prudencia quizá-, acciones o alentar omisiones. En ella, los sueños se alimentan, crecen, se multiplican y a veces mueren, se olvidan esperando un mejor momento para tornarse en realidad abandonando la utopía. Ante ella somos, sin posibilidad de engaño, sin trucos, desnudos en nuestra esencia básica, frente a ella somos en toda nuestra individualidad a plenitud.
Conforme la vida acumula años, vamos tomando conciencia de nuestra fragilidad, esa "insoportable levedad del ser" de Kundera. Cuando estamos en sus brazos, nos damos cuenta de una manera clara y precisa del paso del tiempo, visualizamos a Cronos devorando ávidamente a sus hijos, implacable e inevitablemente, cada vez más voraz, resultado inevitable de este presente tan lejano de las ideologías. Es ahí cuando el miedo nos abruma, cuando crecer duele, cuando el inexorable andar del tiempo nos conduce a estadios y responsabilidades nuevos, llevándonos al miedo de crecer, ahí donde las incógnitas del futuro se agolpan y acechan.
Somos la suma de incontables soledades, que se entrelazan continuamente en una danza mágica, y en ese entrecruzamiento, se establecen los soportes que nos dan sentido, que nos definen, que nos construyen, sumiéndonos en la angustia o la dicha de vivir, esto dependerá de la honestidad y congruencia que tenemos hacia nosotros y los caminos que decidimos transitar.
Crecer da miedo y hay quien ante ello se rehúsa a hacerlo, se encierra en una atemporalidad ficticia, utópica y terrible que lastima y aleja de la realidad, vistiéndola en una fantasía que evita el tomar conciencia de aquello que son nuestras responsabilidades. Crecer implica, entre muchas circunstancias, dejar de lado la comodidad, protección y seguridad que nos proporcionan otros, seres que aprendemos a amar en medio de esta soledad tan poblada de querencias. Crecer es aprender a equivocarnos, cometer errores, algunos muy graves, sin solución, sin vuelta atrás y de los cuales hay que aprender y seguir adelante.
En este Siglo XXI, donde las posibilidades de comunicación son mucho más efectivas y numerosas que nunca, la soledad se acentúa a pesar de encontrarnos rodeados de afectos y querencias, de incontables redes sociales que abundan en Internet llenas de "pares"; de tener a nuestro alcance más posibilidades de desarrollo y crecimiento que en cualquier otra época anterior; pero eso sí, tan trunco y limitados por esa omnisciente tecnología que nos educa y forma en una dependencia que nos paraliza he inutiliza ante su ausencia. Olvidamos que el ser nos viene de otros, de la pertenencia y compartir espacio y tiempo, un mundo que es el resultado de más de cien mil millones de seres humanos que han vivido desde que el primero de ellos caminó por el planeta. El miedo a crecer nos limita, nos obstruye, pues al crecer la vida y la sociedad nos "educa" a andar por la vía segura, nos llena de imposibles que nos mutilan.
Este presente nuestro, tan lleno de términos nuevos para fenómenos de siempre, como el bulliyng, el cual ahora ha de ser combatido con leyes que pretenden suplir la responsabilidad de aquéllos que no han sabido crecer, que ante el temor o el desprecio por límites los obvian, los consideran inútiles, porque imponer disciplina es antipopular. Olvidamos que en el bulliyng hay tres partes y las tres son ofensores y ofendidos, han sido dejados de lado, educados por la televisión, por los videojuegos, más solos que nunca.
Crecer duele, y en la soledad que nos acompaña, el no hacerlo, duele más. Eso hay que entenderlo, pues es inevitable crecer, por ello hay que darle a cada día su afán, que esa soledad sea la compañera que nos refuerce, nos ubique y dé sentido a nuestro hacer, que al estar frente al espejo que nos refleja veamos aquello que pensamos, siempre sustentado en palabras y acciones que hagan de ese único que somos el individuo que camine con su soledad sin miedos y con muchos sueños realizados.
IMÁGENES / El Siglo de Torreón / jueves 19 de jun 2014
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1007519.imagenes.html

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