Los peligros de la (¿mala?) educación
Raúl Humberto Muñoz
Aragón
He aquí que algunos pocos
dijeron: “sea el conocimiento para los menos…” y surgió la simulación, la cual
se ha multiplicado en forma exponencial desde entonces, siempre en detrimento
de generaciones de niños y jóvenes que hoy tienen un futuro trunco, limitado,
coartado producto de una pobre formación académica; la educación hoy es
producto de mercado y se cotiza en las bolsas de valores del mundo como una
mercancía más, una industria que hace “hombres” a medida, hacedores,
maquiladores de las ideas de otros que no entienden y mucho menos comprenden.
La educación escolarizada se ha
tornado en botín de “empresarios” que no emprenden nada, algunos de ellos solo
en busca de un mercado seguro, cierto y con miras muy lejos del compromiso leal
y honesto de los grandes educadores que han dejado y aún hoy dejan su espíritu
en las aulas; aquellos hombres probos pierden espacio cada día, siendo
apartados por individuos “mejor preparados” que encuentran refugio en
instituciones educativas ante los embates de una sociedad más competitiva,
donde el entorno mundial se convierte cada vez más en algo doméstico, cercano,
competitivo.
Hoy el mundo viene hasta nuestra
casa a competir por espacios, buscando una añorada calidad de vida “moderna”
que impone ritmos y cánones que se vuelven por momentos muy difíciles de
alcanzar, al menos si no se cuenta con una preparación adecuada, que permita
enfrentar los grandes retos de hoy, que exige líderes que tengan claro y
preciso los destinos que desea alcanzar, que en la claridad de sus objetivos
avance en su consecución, creando para ello los nuevos caminos que otros han de
seguir, que esté preparado para la vida de hoy. Este escenario hace que el
compromiso por alcanzar altas cotas de preparación formal académica sea pleno
para todos y cada uno de los individuos de este momento histórico y, a la par,
magnifique el daño que algunas instituciones hacen al no asumir su compromiso
de educar.
Una educación equivocada es altamente
peligrosa, pues al término, generará individuos con expectativas personales que
no podrán cumplir, profesionales generados al vapor con un esfuerzo mínimo, eso
sí, con títulos rimbombantes, “gigantes de pies de barro”; derivando en una
escases de conocimientos, una cultura pobre, un desconocimiento de los tópicos
importantes y relevantes de las áreas de conocimiento que están inmersas en la
profesión estudiada, carentes de una visión humanista.
Las instituciones educativas
pareciera que se han convertido en guarderías, donde niños y jóvenes son
llevados con el único fin de que se encuentren en lugares seguros en los que
quizá puedan aprender algo “útil”, donde sean “productivos” o al menos que no
engrosen la deshonrosa y triste lista de “ninis”. Estamos inmersos en un
sistema educativo creado para dar respuesta a las necesidades de una sociedad
industrial, donde la demanda por individuos que supieran hacer era fundamental,
hoy la sociedad es otra muy diferente; un sistema educativo que le da un alto
aprecio a las matemáticas y al español, siendo estas las asignaturas más
importantes y lamentablemente las menos efectivas, pues nuestra comprensión
matemática y nuestras habilidades de lectura y escritura se encuentran en
niveles ínfimos, haciendo menos los aspectos humanistas que dan sentido y
cohesión.
La multiplicación de los centros
educativos ha sido importante, creciente y para ser honestos y claros,
necesaria; lo lamentable es que este crecimiento no está ligado a un desarrollo
real de la educación en México, ni ha contribuido a una calidad académica real
que genere individuos preparados realmente. Muchas de estas nuevas
instituciones tienen un objetivo claro y preciso, convertirse en un centro que
genere ganancias económicas, hecho que no es ni un “pecado” ni incorrecto, lo
grave es cuando ese es su único fin, dejando de lado la formación adecuada de
sus estudiantes, sin proporcionar buenos salarios a sus profesores, sin
inversiones adecuadas en instalaciones y en tecnología educativa de vanguardia,
con programas académicos obsoletos algunos o “novedosos”, tanto que no tienen
futuro real.
Educar es sin duda el motor que
puede despertar a una sociedad, sacarla de su marasmo, convertirla en un ente
crítico, activo, comprometida consigo. Este es el “otro peligro” de la
educación, al menos para aquellos que buscan preservar el statu quo –y que
quizá estén facilitando el surgimiento de “empresas de la educación” que se
encargan de producir ciudadanos acríticos–, habrá que luchar por hacer realidad
este escenario, que el oficio de profesor requiera de niveles más altos y
comprometidos con el afán de facilitar el aprendizaje, hombres y mujeres que se
encuentren en la cima del aprecio de la sociedad, con niveles de vida dignos,
pues ellos son los grandes hacedores. Para ello hay que cuidar el futuro de
nuestros hijos, cuestionando a aquellas escuelas, colegios, institutos,
universidades y demás que nos ofrecen espejitos que al final serán triste
espejismo, ilusiones rotas, futuros truncos, individuos limitados. Es menester
echar fuera la simulación en el sistema educativo nacional.
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